Mis Manuscritos

Escritos de José-Christian Páez

A propósito de Rock y Smith

Hollywood lo hace de nuevo: asesta un golpe de efecto a la antigua, sin artilugios especiales, con una acción de escuela de teatro y consigue que Occidente quede paralizado, tome un poco de aire y luego hable durante días de Smith, ese genio del celuloide que ahora está en el centro de la escena.

José-Christian Páez

En un mundo violento no es bien visto responder a la violencia con violencia, menos aún si quien violenta sostiene que es inocente, que las palabras que desencadenan la violencia provienen de la imaginación y que ignoraba que esa punzante imaginación tenía asidero en la fatídica realidad. Se trata de una hipocresía, pero es alentador que la doctrina de Gandhi se abra paso, al menos como táctica de reacción. Pero si existe consenso en abogar por la paz de la sensatez, aún falta aplicar esa sensatez para extirpar del comportamiento humano esa agresividad que origina la violencia.

Es una oportunidad, pero ello significa replantear todo el sistema de injusticia que pende, como espada de Damocles, sobre nuestra vida cotidiana, incluidas las tácticas de publicidad y de ventas y los hirientes edictos de la administración que imponen multas, tasas y tributos a mansalva, arrancando con insensible crueldad el pan desde la boca de los ciudadanos.

Porque la raíz de la violencia está en la injusticia, de modo que, para terminar con ella, hay que modificar el comportamiento diario, el comportamiento en cada circunstancia, ajustándolo al actuar con justicia. Sin embargo, es un largo camino porque la justicia, el vivir conforme a ella, el sostener lo justo a cada momento, en cada acción, en cada palabra, en cada pensamiento, requiere la existencia del profundo amor reverberando y palpitando, sin titubeos, en el centro del corazón.

De otro modo, la voluntad del amor es impracticable y, por tanto, esa debilidad se convierte en la caja de Pandora que disemina a los vientos la injusticia de la cual se desdice ese corazón cuando condena la violencia. Se comprende, entonces, que es inútil y constituye un acto de hipocresía condenar la violencia si, antes de esa condena, no se ha extirpado del sentir toda forma de injusticia.

Por tanto, es lícito preguntarse: ¿podrá la sociedad humana sobrevivir a la prevalencia de su propia injusticia? ¿Podrá arrancar de su alma, de su espíritu y de su corazón, este parásito que carcome y fagocita lenta pero sostenidamente la savia de su existencia? Se trata de una paradoja y de un apocalipsis autoinfligido porque el continuo reemplazo del modelo de sociedad (marxista, capitalista, fascista, etc.) siempre trae consigo esa injusticia que repele, pero que es como ese virus que modifica su apariencia y renueva su eficacia con cada mutación de lo mismo.

No obstante, este consenso de condenar la violencia para contestar a la violencia, abre la oportunidad para asumir el compromiso personal de arraigar en lo íntimo del ser el obrar con justicia. Si este compromiso no emanara y no se constituyera en la piedra basal de cada individuo, el consenso hoy visible, sería estéril y triste porque se perdería la magnífica oportunidad de hacer posible un mundo y una vida mejores.

© José-Christian Páez. Barcelona: 29 de marzo de 2022.

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Esta entrada fue publicada en miércoles, 06, abril, 2022, 04:20 por en Artículos, Crónica Permanente y etiquetada con , , , , , .