Mis Manuscritos

Escritos de José-Christian Páez

Mi última edición en Chile

Por José-Christian Páez

El año 2002, Amante Eledín Parraguez me confió su novela Tres años para nacer para que la sometiera a la revisión ortográfica y de estilo. Después, tres meses antes de mi partida a España, me expresó su deseo de verla convertida en libro. Éste fue el último título de Ediciones del Gallo, sello que había comenzado en 1995 con la publicación de La diversidad de los duendes, de Máximo González Sáez, con prólogo de  Pedro Pablo Guerrero.

El 10 de julio de 2002, realizamos la presentación, la cual estuvo a cargo de Antonio Avaria.  Aquel frío miércoles nos reunimos en el Saint George’s College, establecimiento donde acaecen los hechos narrados por Parraguez, él como testigo directo durante su época de estudiante y adonde había regresado como docente.

Eledino, que es el nombre con el que lo tratamos sus amigos, estudió pedagogía en castellano en la Universidad de Chile y obtuvo un posgrado en la universidad de Portland, en Estados Unidos de América. Aunque reside en la comuna de La Florida, en Peñalolén desarrolla una intensa labor cultural que incluye un taller literario. Eledino no sólo mantiene su presencia, también ha homenajeado a este lugar con Peñalolén, nacido de las profundidades, libro de poesía publicado también por Ediciones del Gallo (1995), el cual fue presentado por Miguel Arteche. Otra de sus obras, La canción extraña (1999), también se publicó bajo este sello.

Por esas curiosidades de la vida, se dio la sincronía de que entre los alumnos de Eledino, estaba un hijo de Andrés Wood. A través de él, Eledino supo que Wood buscaba información sobre el programa de Integración Escolar que el sacerdote Gerardo Whelan aplicó en el Saint George’s entre 1968 y 1973, año en el que la dictadura militar de Pinochet lo dio por finalizado. Dicha expriencia consistía en compartir el mismo espacio educacional entre alumnos de la clase rica y acomodada y alumnos venidos de familias pobres. De esa convivencia entre los hijos de la abundancia y los otros hijos de la precariedad, habla Tres años para nacer, la novela de Amante Eledín Parraguez y de la cual tuvo noticia Wood a través de su vástago.

Eledino, poseedor de un alma generosa envió una copia de su obra al destacado director de cine. Wood correspondió esa generosidad con estas palabras: «Cuando me contaron que el profesor jefe de mi hijo había escrito un libro de la experiencia educacional de la cual yo quería hacer una película, me dio la sensación de ser parte de esas sincronías extrañas de la vida. Leí con mucho interés y también con su cuota de nerviosismo, Tres años para nacer. Una visión poética de esos años en el Saint George’s. La confirmación de que el punto de vista es lo que hace que las historias sean realmente originales. Para mí fue el empujón para la filmación. Una energía inspiradora, espiritual y literalmente, a alguien más le interesaba esta experiencia tan particular. Agradezco profundamente la generosidad de Eledino. Poder compartir con él nuestro pasado y, especialmente, el presente, ha sido un gran regalo para mi familia y para mí.»

Andrés Wood produjo, entonces, Machuca, el filme que tiene como protagonista a este niño tímido que es Eledino y que, desde la exhibición de la película y de su posterior éxito, comenzó a conocerse como el Verdadero Machuca. Pude ver el trabajo de Wood en la sala Renoir Floridablanca, en la ciudad de Barcelona y recrear con la mirada de Parraguez y de Wood, aquellos tiempos de Salvador Allende en el poder, que también son los míos.

A Eledino le sobrevino la fama, pero ha continuado siendo el mismo chico tímido, cargado de perseverancia y de sueños, que ciertas tardes, en la intimidad de su hogar toma la guitarra y percuta algunos acordes. El mismo que conocí una tarde otoñal, en Santiago, al calor de la poesía y de unas copas de vino, ambos, testigos de nuestra amistad.

El año 1999, cuando Chile fue Invitado de Honor, compartimos la experiencia mexicana de la Feria de Guadalajara. No sin contratiempos porque nuestra llegada a México coincidió con la suspensión que la Dirección General de Aeronáutica Civil —DGAC: actual Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC)— impuso a la línea aérea TAESA por el accidente que, dos semanas antes, había tenido en Uruapan. En los pasillos de los aeropuertos de Ciudad de México y de Guadalajara, miles de personas descansaban junto a sus pertenencias a la espera de que los reubicaran.

Ante este caos entramos a México sin que nos sellaran los pasaportes, por lo que días antes de nuestro regreso y con la inquietud de no poder abordar el vuelo de vuelta, una delegación de la policía se trasladó a Guadalajara para entregarnos un pase provisional pasa salir de México. Al aeropuerto de Guadalajara arribamos sin nuestras maletas, hecho que afectó a las más de cuatrocientas personas que conformábamos la delegación de Chile. La mía apareció al otro día, la de Eledino, días antes de nuestro regreso, por lo que tuve que compartir mi ropa con él.

Nos reencontramos en Barcelona, el año 2007, mientras dirigía el diario digital Tribuna Latina y, un año después, con motivo de la antología publicada en coautoría junto a Guillermo García e Yvonne J. Loyola, intitulada Puntos cardinales, cuatro escritores chilenos en Colonia y Barcelona, la cual viene precedida de un prefacio de Benno von Archimboldi.

Como siempre, brindamos por los tiempos idos y los por venir y recorrimos esta ciudad milenaria, tal como antes Santiago con sus cumbres misteriosas. A través de la distancia, Eledino me ha mantenido al tanto de sus éxitos literarios, compartiendo como cuando no era un personaje público, cuando, al igual que yo, iba en busca de la poesía y del ser.

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